“Hay que ser valiente para amar, despojado y desnudo te ofrendo mi tesoro abierto de brazos y me arrodillo como ante un pelotón de fusilamiento”, reza un fragmento de un poema que escribió en el pasado Federico Sturzenegger, quien fue nombrado como nuevo ministro de Desregulación y Transformación del Estado por Javier Milei.
El economista estuvo muy cerca del Presidente en los primeros meses de gestión, siendo el artífice de la Ley de Bases que finalmente se aprobó en el Congreso. Con una larga trayectoria en política y la titularidad en el Banco Central entre 2015 y 2018, Sturzenegger tuvo un pasado poeta que pocos conocían.
Fanático de Star Wars, Sturzenegger estudió Economía en la Universidad Nacional de La Plata para luego recibirse del doctorado en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT). Posteriormente, regresó al país para ser economista jefe en YPF entre 1995 y 1998.
Con las política liberales como eje central de sus gestiones, más tarde fue secretario de Política Económica en 2001, presidente del Banco Ciudad entre 2008 y 2013, diputado nacional del PRO entre 2013 y 2015 y presidente del Banco Central.
Por otro lado, fue profesor plenario en la Universidad de San Andrés en Buenos Aires, profesor de Políticas Públicas en la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos y fue profesor Honoris Causa en París, donde enseñó HEC.
En su afán por entender por qué habían fracasado las políticas liberales en la Argentina desde el proyecto de la Alianza, en 2023 se encontró con Patricia Bullrich, quien la integró a su equipo. Luego, con el triunfo de Milei en las elecciones, comenzó a vincularse con el actual mandatario, que ahora confió en él una vez más.
El pasado poeta de Sturzenegger
En el pasado, Sturzenegger escribía poemas que eran publicados en el sitio web de la universidad Torcuato Di Tella, donde estudió y fue profesor. Uno de ellos fue titulado “Hay que ser valiente para amar”.
El mismo decía: “Hay que ser valiente para amar, despojado y desnudo te ofrendo mi tesoro abierto de brazos y me arrodillo como ante un pelotón de fusilamiento. Hoy no estás y sólo llanto, tantas lágrimas que llenarían el mar, tantos gritos que despertarían una ciudad, tanto cansancio para que no llegue el dolor. En carne viva alzo mi brazo sangrante, no perdono a la vida, ya sin piel agito mi puño inútilmente. Quiero morir pero no puedo, y pensarte parece ser consuelo, pero simplemente me sigue abriendo desde adentro”.