A pesar de haber comandado el triunfo de las legislativas bonaerenses, el gobernador enfrenta una asfixia política por parte del cristinismo y el massismo
Axel Kicillof tiene en su pergamino haberle ganado por amplia diferencia a María Eugenia Vidal en 2019 y haber comandado el triunfo de Fuerza Patria en las legislativas bonaerenses el pasado 7 de septiembre. A pesar de estas medallas, la gestión del gobernador parece tambalear ante la falta de una mayoría propia. Lejos de encontrar respaldo en su tropa, Kicillof sufre un doble acoso por parte de sus teóricos aliados.
Antes lo arrinconaron con proyectos que le quitaban atribuciones de gobernador como la creación de un fondo para ayudar a los municipios que iba a manejar la Legislatura, después un fondo para ayudar clubes de la Provincia también en manos de legisladores. La tercera embestida fue cuando le quisieron arrebatar la facultad de disponer la fecha de las elecciones para impedir que desdoble las fechas electorales.
Mientras sus “amigos” lo arrinconan internamente, el gobierno de Javier Milei ejerce un acoso directo cortando el flujo de fondos federales. Si Kicillof no cede ante las presiones internas, el riesgo de no poder pagar los sueldos estatales comienza a ser una posibilidad real.
Sin nadie que pague políticamente por su resistencia ante el cristinismo o el mileísmo, su supervivencia depende ahora de refinar su capacidad de acuerdo y transitar el estrecho sendero que le dejan sus propios socios.








