Según una encuesta, siete de cada diez argentinos consideran que el índice no refleja adecuadamente la variación real de su costo de vida
La inflación de agosto se ubicó en 1,9%, según el INDEC. La suba del dólar de casi 14% en julio, cuya mayor parte se concentró en los últimos dos días del mes trasladando cualquier posible impacto para agosto, no tuvo un efecto generalizado en los precios.
Sin embargo, el dato relevante está dado por alimentos, categoría que sí experimentó un mayor impacto por la suba del billete, con un alza del 2,3. Esto explica por qué el changuito se siente cada vez más pesado, aunque el índice oficial luzca contenido.
Lo cierto es que el desacople entre la canasta de consumos que mide el INDEC para determinar la suba mensual de precios y la realidad del patrón de consumos de los hogares está profundizando la desconfianza respecto de los datos que publica el organismo. Una encuesta nacional revela un alto nivel de descreimiento ya que casi siete de cada diez argentinos consideran que las cifras que informa el INDEC no reflejan adecuadamente la variación real de su costo de vida.
Esta percepción, sin embargo, está fuertemente atravesada por la identificación política de los encuestados, según advirtió la consultora Zentrix que elaboró el sondeo. El estudio muestra que la credibilidad de las estadísticas oficiales está fuertemente politizada, funcionando más como un reflejo de la alineación electoral que de una valoración técnica. La diferencia entre los votantes del oficialismo y la oposición es abrumadora.
Entre los votantes de Sergio Massa, la desconfianza en el INDEC trepa hasta el 94,4%. En contraste, entre los electores de Javier Milei, la desconfianza se reduce al 43,8%, mientras que un 52,2% respalda los números oficiales.
La marcada polarización en la percepción de un dato técnico como la inflación se da en un contexto de malestar económico general. El mismo sondeo revela que el 64% de los argentinos considera que la situación económica del país es negativa, y más del 40% califica su situación personal como mala o muy mala, lo que alimenta el escepticismo sobre las cifras oficiales.