Existen varias teorías en torno a la creación del dispositivo móvil que van más allá del negocio.
La presentación de la Organización Trump del celular T1 trajo consigo una serie de sospechas que van más allá del dispositivo en sí. Tiene que ver con la posibilidad de que el mismo sea fabricado en China, en medio de los conflictos por los aranceles, sumado a los peligros que podría conllevar su desembarco en el mercado por la recopilación de información de los usuarios.
Si bien el teléfono estará “diseñado y fabricado con orgullo de Estados Unidos”, según dicen, los expertos remarcaron ciertas similitudes entre las especificaciones del T1 y las de un celular chino que ya se encuentra disponible.
Aunque no haya pruebas suficientes, los especialistas Weaver y Weinbach señalan que el T1 se arece a una versión del Revvl 7 Pro 5G, fabricado por Wingtech, una empresa china que ofreceservicios de fabricación de smartphones y otros productos.
El foco está puesto en el cuerpo, la batería y la resolución de la cámara del teléfono. Weinbach aportó en diálogo con la CNN que “solo hay cuatro o cinco fabricantes de dispositivos originales de smartphone capaces de fabricar algo así, todos con sede en China”.
A esto hay que sumarle el mensaje confuso que dio Eric Trump sobre el dispositivo: durante una entrevista con Benny Johnson: “Con el tiempo, todos los teléfonos podrán fabricarse en Estados Unidos”.
Otro punto a destacar tras el anuncio de la Organización Trump tiene que ver con las sospechas sobre que el producto, que costará 430 euros, va más allá de lo comercial y tenga fines políticos.
Cualquier marca de smartphone convierte al dispositivo en un peligro en potencia. El trumpismo podría tener a disposición un sinfín de datos, emais, direcciones postales y números de celulares y ubicación GPS para obtener datos de cara a las campañas electorales.
Por otro lado, también podrían saber informaciones menores sobre el estado de la baterá, la temperatura del terminal o la memoria utilizada. A su vez, qué aplicaciones se descargan, el uso de las mismas y el historial de navegación, entre otras.
Al usuario se le pide si acepta las políticas de seguridad y representa el primer paso para caer en una trampa que puede ser servicial para, en este caso, Donald Trump y su equipo.
De esta forma, se segmenta la publicación a través de perfiles, se lanzan anuncios en función de la localización, los intereses y hábitos de individuos; se venden a terceras compañías los paquetes de datos personales; se mejoran los algoritmos de cámara, teclado y batería; y se entrena entrenar a agentes de IA.
Todo este supuesto de influencia va acompañado de Truth, la red social de Trump que ya sirve para marcar agenda de la política republicana.