Se trata de un giro pragmático que se da luego de los aranceles impuestos por Donald Trump
Las principales empresas energéticas y productivas de Europa vuelven a poner sobre la mesa una idea que hasta hace poco parecía políticamente inviable: reanudar las importaciones de gas ruso. En medio de la crisis energética que atraviesa el continente, y con el telón de fondo de una guerra comercial con Estados Unidos, voces del sector privado empiezan a empujar un giro pragmático en la estrategia energética europea.
“Si hay una paz razonable en Ucrania, podríamos volver a flujos de 60.000 millones de metros cúbicos, quizá 70, anuales, incluido el gas natural licuado”, sostuvo Didier Holleaux, vicepresidente ejecutivo de Engie, una de las grandes proveedoras de energía de Francia. Parece que la ideología tiene un límite cuando los números no cierran.
En Alemania, la postura es incluso más urgente. “Estamos en una grave crisis y no podemos esperar”, advirtió Christof Guenther, directivo de uno de los conglomerados químicos más importantes del país. “La reapertura de los oleoductos reduciría los precios más que cualquier programa actual de subvenciones”, agregó, dejando en evidencia el malestar creciente en la industria.
La guerra comercial impulsada por Trump sólo agregó presión y complicó la ecuación para el sector energético europeo, que ahora mira con otros ojos lo que antes era un límite geopolítico. “Necesitamos gas ruso, necesitamos energía barata, venga de donde venga”, resumió, sin rodeos, un empresario del sector.
El desgaste económico empieza a pasar factura y el balde de realidad que proponen las grandes corporaciones gana volumen. La discusión, que antes se daba en voz baja, ahora suena cada vez más fuerte y volver al gas ruso ya no parece una idea alocada.