Los bares y restaurantes que habían puesto fichas a un repunte de mesas ocupadas durante la Copa América de fútbol estuvieron lejos de cubrir esas expectativas. Cuando sólo falta disputarse las finales, a ojo de buen cubero estiman una merma del 30 por ciento.
“No hay plata”, es el resignado latiguillo que las estadísticas de las ventas de los bares y restaurantes tienen hasta mayo.
La Dirección de Estadísticas porteña ratificó que la caída fue del 23,5 por ciento. No sólo no pudieron salvar un primer semestre de penurias, sino que el que ya se inició se encamina a concretar el retroceso del 6,6 por ciento para todo el año que estimó el proyecto de presupuesto enviado por el Poder Ejecutivo al Congreso.
La devaluación de diciembre abrió una enorme grieta en los hábitos de consumo de la ciudadanía. Y en todo este año, si bien el rubro de Restaurantes y Hoteles aterrizó en buena medida las remarcaciones de las listas de precios, ni aún así logró que los clientes revieran sus prioridades de consumo y regresaran a las mesas.
Los gastos que la gente reparte entre la vivienda, las boletas de servicios públicos, la alimentación y los demás ítems que integran la canasta básica total, que el INDEC a mayo fijó en 851.351 pesos, la frontera de la pobreza es vista de cerca cada vez por más ciudadanos.
La respuesta a afrontar, asimismo, aumentos de prepagas, servicios, transporte, alquileres y otras erogaciones fijas, fue mantener la tendencia de cocinar en casa, aún si cada vez se consumen menos pan y carne, entre otros productos.
Pero además las vacaciones, el auto, las salidas, se fueron alejando de su alcance, y de verdad: “No hay plata”.
NA.