Desde la Conferencia Episcopal Argentina brindaron una misa en la cual insistieron con la crítica situación social que se vive en los barrios populares del país y remarcaron que el sálvese quien pueda es contrario al Evangelio.
El monseñor Oscar Ojea celebró una homilía durante la tarde de este miércoles en la iglesia de la Virgen del Milagro de Caacupé -ubicada en La Matanza-, en la cual volvieron a expresar la preocupación de la iglesia católica ante el deterioro de la calidad de vida de los sectores vulnerables y la falta de entrega de alimentos y productos indispensables.
En el encuentro, el titular de la Conferencia Episcopal Argentina profundizó en el discurso que dio el arzobispo García Cuerva en el Tedeum del 25 de mayo, “como nos ha pegado esta cultura, esta globalización de la indiferencia, esta dureza de corazón: ‘A mí que me importa. Es un problema de él, que se arregle como pueda’, esto está tan metido adentro de nosotros y es tan contrario al Evangelio”.
“Cuando rezamos la oración de Jesús y pedimos por el pan, por el pan de cada día, pedimos por el pan nuestro, no decimos el pan mío de cada día“, remarcó el cura y lo contrapuso con el individualismo que propone el gobierno libertario, “le pedimos al Padre Nuestro, el Padre que es de todos, el Padre de Jesús, le pedimos el pan nuestro, porque el pan es de todos”.
A su vez, monseñor Ojea destacó el rol de la organización popular sobre todo de las cocineras -a quiénes les bendijo las manos- que realizan las ollas de comida que alimentan a muchas familias que viven en la pobreza y la indigencia, “las mujeres que trabajan de esta manera, en nuestros barrios, con corazón de madre, no solamente son madres de sus hijos, son madres de muchos chicos en los barrios”.
En la homilía también se revalorizaron las actividades comunitarias y se manifestó el orgullo por el trabajo realizado por Caritas y los Hogares de Cristo, quiénes están “trabajando para no entregar nuestros barrios al narcotráfico, para no entregar nuestros barrios al enemigo que se constituye en dueño de nuestras vidas y que va formando un estado dentro de otro estado”.
Para cerrar, el titular de la Conferencia Episcopal Argentina volvió a cruzar el discurso presidencial qué pretende desentenderse de la crisis social que existe en el país, “yo también soy responsable de la necesidad de mi hermano, no me puedo lavar las manos, somos hermanos”. “No me puedo desentender, cada uno sabe qué grado de responsabilidad puede tener con respecto a su hermano”, concluyó.