Dos encuestas recientes muestran que este tema volvió al centro de la escena y amenaza con erosionar el capital político del Gobierno de Milei
La corrupción volvió a ocupar un lugar protagónico en la conversación pública argentina. Según una encuesta de la consultora Casa 3, dirigida por Mora Jozami, en los últimos meses se convirtió en el principal problema para una porción cada vez mayor de la sociedad. En enero de 2024, apenas asumido Javier Milei, solo el 8% de los encuestados mencionaba la corrupción como su mayor preocupación. Pero entre mayo y septiembre de este año, ese número creció hasta el 15%. Este salto marca un clima de desconfianza.
Un relevamiento de la Universidad de San Andrés confirma esta tendencia. Allí, el 35% de los consultados ubicó la corrupción como el principal problema del país, por encima de los bajos salarios y la falta de empleo. Más atrás quedaron la inseguridad y la pobreza, dos temas históricamente dominantes en las encuestas.
Más allá de estos datos, para el analista político Carlos Fara, todavía el factor corrupción no tiene más peso que el factor económico. Sin embargo, esto podría sí podría influenciar en el “voto blando” del Gobierno, compuesto por personas que en su momento tenían más afinidad con el PRO.
“Más peso que el factor económico, no, definitivamente el factor económico es lo más fuerte. El punto es que el voto blando, que fundamentalmente es el ex Juntos por el Cambio de 2023, es un voto en el cual el tema corrupción sí es importante, como las cuestiones republicanas, la cuestión del estilo, etc., además del económico. Entonces, pesa mucho en ese segmento, que para el gobierno es fundamental, si se les quedan en la casa, como ya pasó el 7 de septiembre en Provincia de Buenos Aires”, dijo en diálogo con Mosca.
Otra hipótesis es que podría existir una relación directa entre economía y corrupción. Algo así ocurrió durante el menemismo, cuando la preocupación por los casos de corrupción se disparó recién cuando el bienestar material empezó a resquebrajarse. Mientras la convertibilidad garantizaba estabilidad, buena parte de la sociedad prefería mirar hacia otro lado. Pero cuando el desempleo superó el 18% y se revelaron las consecuencias del modelo, la indignación se manifestó en las calles.