El dirigente radical atraviesa un tiempo de repliegue, pero su mirada ya está puesta en el tablero que se abre de cara a las próximas elecciones presidenciales
Rodrigo de Loredo vive una etapa de reposicionamiento. Tras perder terreno en la interna radical y optar por un bajo perfil en la Cámara de Diputados, el cordobés ahora mueve con cautela sus fichas para no quedar afuera de la partida grande: el armado político rumbo a 2027. El desafío que enfrenta no es menor, ya que debe elegir si su proyección será en la arena nacional o si se concentrará en volver a disputar el liderazgo opositor en Córdoba.
En el plano nacional, De Loredo tanteó la posibilidad de instalarse como referencia, aunque sin demasiado eco. Los espacios centrales de la oposición parecen cerrados y la figura del radicalismo cordobés no logra perforar en un escenario dominado por liderazgos más fuertes. Esa limitación lo hace mirar con mayor atención el territorio provincial, donde la hegemonía de Martín Llaryora aún deja margen para una oposición con volumen propio.
El factor libertario aparece como otro elemento en su cálculo. Las encuestas no son alentadoras para la lista encabezada por Gonzalo Roca, y la carga de la responsabilidad electoral recae sobre Gabriel Bornoroni y Lule Menem. De Loredo observa desde la distancia esa situación y sabe que una derrota libertaria le permitiría capitalizar el descontento, siempre y cuando logre despegarse de los acuerdos que tejieron el Frente Cívico y La Libertad Avanza.
La administración de vínculos también forma parte de su hoja de ruta. La relación con Mauricio Macri se mantiene en pie, aunque sin garantías de un respaldo contundente. Al mismo tiempo, el radical sigue de cerca la suerte de Ramón Mestre, su histórico rival interno, a quien no quiere ver dentro del Congreso ya que complicaría su propio armado de cara al 2027.