La designación de Lisandro Catalán como ministro del Interior fue presentada como un intento de oxigenar la relación del Gobierno con los gobernadores, pero en sus primeros días quedó relegado por el poder de la hermana presidencial
El desembarco de Lisandro Catalán en el Ministerio del Interior parecía un gesto destinado a tender puentes con los gobernadores tras semanas de tensiones y promesas incumplidas. Sin embargo, lejos de consolidarse como una figura de peso, su arranque quedó marcado por señales de debilitamiento que lo colocan en un rol más decorativo que decisivo.
La principal razón de esa pérdida de centralidad está en la influencia de Karina Milei. En apenas 72 horas, la hermana del líder libertario le marcó la cancha a Catalán con movimientos que dejaron en evidencia sus límites.
Uno de esos momentos se dio a través de Lule Menem, quién recibió antes que el flamante ministro al gobernador chaqueño Leandro Zdero, el primer mandatario provincial en pisar la Casa Rosada tras la crisis bonaerense. El gesto expuso el poder real del círculo de confianza de Karina.
El segundo episodio se dio en plena Mesa Federal, con Zdero, Alfredo Cornejo y Rogelio Frigerio. Allí Catalán debió retirarse anticipadamente para viajar a Tucumán. La causa no fue institucional, sino acompañar a la propia Karina Milei en un acto proselitista en la provincia donde el ministro ya había tenido roces internos.
De esta forma, Catalán quedó reducido a un rol secundario, en el que las decisiones políticas siguen pasando por las manos de Karina y su alianza con los Menem.