El Karina Gate desnuda una trama de corrupción sistémica del funcionamiento de la política
La pelea por el control del financiamiento político volvió a estallar dentro del oficialismo. El botín en cuestión es la Fundación Faro, el think tank de Agustín Laje que hasta hace poco funcionaba como la gran caja recaudatoria del mileísmo.
El esquema había sido diseñado con precisión: cenas exclusivas en el Yacht Club de Puerto Madero, cubiertos de 20 a 25 mil dólares y empresarios que, además de codearse con funcionarios, buscaban asegurarse un lugar en la mesa de decisiones. El debut, en noviembre de 2024, dejó una cifra que aún hoy circula en los pasillos: hasta 10 millones de dólares en una sola noche.
Detrás del montaje aparecía en los papeles uno de los hermanos de Santiago Caputo, mientras que la cara visible era Laje. Pero todos sabían que la caja financiaba la maquinaria libertaria y, en paralelo, definía a quién le tocaba la llave de acceso al poder.
El temblor también se sintió en otro frente: el caso Spagnuolo. La investigación sobre los movimientos financieros del empresario —señalado como engranaje clave en el armado de aportes privados para el oficialismo— expuso hasta qué punto el sistema de recaudación libertario dependía de circuitos poco transparentes. Su caída dejó al descubierto una red que operaba en paralelo a la Fundación Faro y que ahora está bajo la lupa judicial. En los pasillos del poder lo leen como una confirmación de que la “caja” no solo está en disputa política, sino que además enfrenta riesgos de colapso por el costado judicial.
Ese engranaje, sin embargo, empezó a crujir. La interna entre Karina Milei y Martín Menem por un lado, y Santiago Caputo con las “Fuerzas del Cielo” por el otro, dejó al sistema en estado de parálisis. La señal más clara: el último evento de la Fundación Faro en el Yacht Club se hizo con entrada gratuita. Ni un dólar pedido, ni un sobre circulando.
El cambio no es un detalle: sin caja, el mileísmo pierde su principal mecanismo de financiamiento político. Con las elecciones ya en el horizonte, la pregunta dejó de ser urgente: ¿quién maneja la billetera del oficialismo? La respuesta provoca hoy un vacío enorme